Prescription drug abuse
Dr. Enrique Sicardi Aragón
Los derroteros que ha trazado la reciente pandemia de COVID-19 muy probablemente nadie podría haberlos imaginado. Cambiaron el comportamiento globalizado sin respetar credo, raza, edad ni condición social. Nunca imaginamos lo que íbamos a pasar; algunos expertos hicieron proyecciones que los políticos no quisieron escuchar. Hasta hoy, no sabemos cuándo terminará o se estabilizará su morbimortalidad, porque, a pesar de que ya no está considerada como pandemia, hay brotes de la enfermedad en diferentes localidades y/o países a nivel mundial. A los pocos meses (nueve, para ser exactos) se abrió una ventana de oportunidad con el devenir de las vacunas para muchos; sin embargo, la incertidumbre de “¿me va a tocar?” o “¿esta vacuna cumplirá los objetivos de la inmunización?” fueron situaciones que aún siguen sin resolverse.
En este tortuoso camino que ha tenido la epidemia en sus diversas manifestaciones, grados de severidad y durante tantos meses, los terapeutas trataron de mitigar el daño buscando una cura, muchas veces milagrosa, yendo desde el empirismo anecdótico hasta los que buscan el sustento científico. El hecho es que los dolientes se han visto bombardeados en mayor o menor medida por diversos y múltiples manejos asociados a la incertidumbre del desconocimiento de la enfermedad real en su momento.
No obstante, la evidencia basada en la ciencia alertó sobre la ineficiencia o peligrosidad de algunos recursos terapéuticos; uno de los primeros ejemplos fue con el uso de la Hidroxicloroquina, fármaco de gran utilidad en el control de la malaria y de enfermedades autoinmunes como el lupus eritematoso o la artritis reumatoide. Los pacientes con dichas dolencias se vieron desabastecidos de su esencial medicamento, ya que, sin sustento científico, se inició su uso y se indicó como “preventivo de COVID-19 o para evitar sus complicaciones”.
La comunidad científica internacional ha denotado la ineficacia de ciertos productos, y hoy por hoy ya no hay sustento para el uso de Hidroxicloroquina, Azitro- micina o Ivermectina. Sin embargo, en muchos casos y muchos colegas médicos continúan prescribiéndolos.
Ante el gran arsenal terapéutico, se busca ubicar a los diferentes productos o medicamentos en niveles: altamente efectivo, listo para su uso, prometedor, neutro, poco prometedor, listo para ser abandonado y por último, el que la ciencia no avala.
En cuanto al tratamiento dirigido contra la enfermedad de COVID-19, actualmente no se cuenta con ningún medicamento que caiga en nivel 7. Los esteroides (Dexametasona y otros) se ubican en el nivel 6, ya que muchos de los que hemos manejado pacientes con COVID-19 y empapados de la literatura científica corroboramos que son los que mostraron mejor utilidad cuando la enfermedad está invadiendo las vías respiratorias bajas y han logrado limitar el pro- ceso inflamatorio. Otros en nivel 5 no los menciono porque son de investigación y muy poco conocidos para la mayoría. La aspirina, ibuprofeno, vitamina D, melatonina, paracetamol, ivermectina, sildenafil, colchicina y muchos otros poco comunes como las células madre, caen en el nivel neutro; los primeros de este grupo son más bien de uso sintomático y reportan muy buenos resultados, como lo fue el uso de acetaminofén o paracetamol. Los Antivirales, Zinc, Heparina, Interferón alfa y beta se han ubicado como muy poco prometedores (nivel 3). La azitromicina, el plasma de convalecientes, hidroxicloroquina y algunos otros antivirales deberían abandonarse de las recomendaciones (nivel 2). Solamente un producto cae en el nivel 1, que la ciencia no avala: el Dióxido de Cloro, que muy seguramente nunca será avalado en estudios clínicos porque existe información suficiente que advierte de sus riesgos para la salud, debido a que es un potente y útil producto utilizado en el tratamiento del agua y como blanqueador, por lo que se clasifica como una sustancia moderadamente tóxica y peligrosa.
Solo mencioné algunos de los muchos productos que lamentablemente hoy se continúan prescribiendo a los pacientes, y, a pesar de la cantidad inmensa de literatura al respecto, se indican a pacientes que solo son positivos para COVID-19, hasta aquellos que están en situaciones de deterioro físico. Otra situación muy diferente es la de los pacientes en estado crítico y bajo manejo hospitalario. Ellos son casos aparte, ya que el equipo que los maneja va modificando sus pautas acorde a cómo va evolucionando el paciente.
Los que más nos preocupan son los pacientes ambulatorios: aquellos manejados en sus casas y mu- chas veces a distancia por diversos médicos o por recomendaciones de familiares y amigos, e incluso por chamanes (como algunos de nuestros altos políticos lo consideraron). Estos pacientes lamentablemente están siendo tratados con diversos productos incluso desconocidos, y lo más grave: sin sustento científico. Como consecuencia, se han presentado complicaciones gastrointestinales, dermatológicas, alérgicas y por mal seguimiento y complicaciones por el abuso de esteroides; otros tantos están debutando con Diabetes Mellitus, que distrae del hecho de si se dio por el mal manejo o como consecuencia de la misma enfermedad.
Afortunadamente, hoy en día podemos darle gracias a esta pandemia el hecho de que muchos de los que requieren y necesitaron de atención médica, y quizá la población en general, han comprendido la diferencia entre virus y bacterias y el papel que juegan los antibióticos en el manejo de las enfermedades bacterianas y sus complicaciones, así como el que los virus no los necesitan. No obstante, como ya lo señalamos, resulta paradójico que para un buen porcentaje del gremio médico (incluso con especialidad) el abuso de antibióticos ante esta enfermedad viral (COVID-19) ha sido lo que continua marcando la pauta en sus manejos para con estos pacientes.
Recordemos que las enfermedades virales, en la inmensa mayoría de los casos, son autolimitadas y solo requieren de manejo sintomático, reposo y cuidados generales. Solo un porcentaje muy bajo de los contagiados da síntomas, y de ellos, muy pocos caen verdaderamente enfermos.
Medidas tan simples y naturales, por un lado, como higiene personal, asolearse, ventilación de áreas, sana distancia, limitación de los desplazamientos, ejercicio al aire libre y limpieza de ciertas superficies; y por otro lado, lo aprendido en pandemias pasadas como uso de cubrebocas, lavado de manos y estornudo de etiqueta, son lo que verdaderamente evitará en mayor medida la propagación de este virus del SARS-CoV-2.
Por igual, cabe recordar que más que tratar la enfermedad, hay que tratar al enfermo, por lo que les invitamos a evitar la mayor pandemia por venir, asociada al mal uso de antibióticos: La resistencia Bacteriana.
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Este artículo debe citarse como:
Sicardi-Aragón E. Abuso de medicamentos. Rev Enferm Infecc Pediatr 2023;35(146): 2342-3. ISSN: 1405-0749